Escuchando la voz de Dios. ¿Alguna vez escuchaste el silbido del mar en la concha de un caracol? Para poder escuchar el suave vaivén de las olas en tu oído tienes que concentrarte y hasta cerrar los ojos. Es relajante, ¿verdad?

Un silbo apacible y delicado
En ocasiones así es la voz de Dios, suave y delicada. En especial en estos tiempos, en los que estamos muy atareados con los quehaceres y el trajín de la vida. Tal vez estamos pasando alguna situación y se nos hace difícil escuchar.
Cuando Elías huyó al monte Horeb sucedió lo siguiente:
“ Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida”
“El le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado” (1Reyes 19:9-12)
Silbo o estruendo
Un silbido puede ser muy fuerte y como un estruendo. La voz de Dios en ocasiones es voz de estruendo. Pero en esta ocasión fue un silbo apacible. Apacible significa: suave, delicado, tierno, tranquilo, sereno, sosegado.
Todo lo que rodeaba a Elías parecía estar en caos: un poderos viento, un terremoto, un fuego! En medio de todo, Dios le hablo a Elías con ternura. Elías escuchó este suave silbido en la soledad y el desaliento, aun cuando huía.
Como Dios nos habla
Muchas veces nos cuesta trabajo centrarnos y meditar para escuchar la voz de Dios. Podríamos pensar que no nos habla.
La comunicación es un camino de dos vías donde emites y recibes un mensaje. Es por esto que debemos hacer un alto. Si queremos recibir ese mensaje, debemos escuchar. En ocasiones nuestra oración es solo hablarle a Dios. Le exaltamos, le damos las gracias, le pedimos, hasta nos quejamos! Pero, debemos permitir en nuestro corazón y en nuestros pensamientos la intervención del Espíritu Santo.
Tal vez estés esperando escuchar su voz audible. Pero hay muchas maneras en que podemos saber lo que nuestro Padre tiene que decirnos. Solo hay que afinar el oído espiritual.
Aprender su lenguaje
¿Cómo aprendemos el lenguaje de Dios?
Al leer y meditar en Su Palabra, aprendemos el lenguaje de Dios.
Orar es otra forma de hablar su lenguaje. Lo hermoso es que aun si no sabes cómo orar, el Espíritu Santo te dirige. “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).
Me ha sucedido, a medida que oro, lo que hablan mis labios va hablando a mi ser. Se ilumina mi pensamiento.
A través de la naturaleza. Estás ante la misma gloria de Dios al visitar el mar, la montaña o mirar las nubes y las estrellas. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.” (Salmos 19:1).
¿Alguna vez te sentiste triste y de momento voló o cantó un pajarito? Hubo un tiempo en el que cuando salía de mi casa en las mañanas para trabajar muchas palomas blancas cruzaban mi camino. Era la paz de Dios acompañándome!
Escuchar a un predicador con la unción del Espíritu Santo. De esta forma no solo escuchamos la Palabra de Dios, también aumenta nuestra fe. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).
En tu mente y corazón. La comunión con Dios, el ayuno y oración te conectan al Espíritu Santo. Luego comienzas a oír esa voz interior que te dirige y te consuela.
En fin, Dios se comunica con nosotros. Tiene diversas maneras. Me ha hablado muchas veces Incluso a través de un letrero o “billboard”.
Aun así, muchas veces, la misma palabra dice que el hombre no entiende.
“Sin embargo, en una ó en dos maneras habla Dios; Mas el hombre no entiende. Por sueño de visión nocturna, Cuando el sueño cae sobre los hombres, Cuando se adormecen sobre el lecho; Entonces revela al oído de los hombres, Y les señala su consejo” (Job 33: 14-16).
Si estamos en la carne no podemos recibir lo espiritual.
Para recapitular: el ayuno, la lectura de la palabra, la oración y la comunión con Dios te hacen más receptivo a su palabra.
Apartarse con Dios para escuchar su voz
Hacer ese alto para lograr la comunicación con Dios, muchas veces significa apartarnos. Jesús, durante su ministerio aquí en la tierra, se apartó varias veces a orar. Moisés y Elías también lo hicieron.
Moisés le hablaba a su pueblo y le decía: “Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego. Yo estaba entonces entre Jehová y vosotros, para declararos la palabra de Jehová; porque vosotros tuvisteis temor del fuego, y no subisteis al monte. Dijo:Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre.No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Deuteronomio 5:4-7).
Moisés subió al monte Horeb antes de recibir los diez mandamientos, o sea Palabra de Dios, sus instrucciones de vida. Estuvo en el monte 40 días y 40 noches. Antes de poder escuchar a Dios, hubo un esfuerzo de su parte. Por el contrario, el pueblo tuvo TEMOR del fuego y no subió al monte. El pueblo no pudo tener esa experiencia cara a cara con Jehová. Debían estar santificados y preparados; en caso de pasar los límites, morirían. El pecado y no ser diligentes nos aleja de Dios y no nos permite oír su voz. El pueblo estaba en pecado. Moisés se enojó y tiró las tablas con las instrucciones.
La segunda ocasión en que Dios le dió sus mandamientos, Moisés estuvo con Jehová 40 días y 40 noches y ayunó. (Exodo 34:28). Luego, al bajar del monte Sinaí, su rostro resplandecía!
Elías, a quien Dios le habló en silbo apacible, también había caminado 40 días y noches hasta el monte Horeb!
Escucha la voz de Dios
Si consagramos nuestra vida a El y afinamos nuestro oído, Dios nos habla. Dios nos habla de diferentes formas. Por ejemplo, a Moisés le habló en estruendo y relámpagos; a Elías en silbo apacible.
Te gustaría escuchar la voz de Dios? Apresta tu oído para escuchar su silbo apacible y delicado.